• Otro fragmento de mi obra "El miedo y sus disfraces!


    Los dias de verano 

    Las cosas no fueron igual después de que su padre perdió su empleo
    como maquinista en la industria azucarera. La pequeña, de apenas 8
    años, comenzó a trabajar como repartidora de diarios. Todos los días
    bien temprano ella iba por las viviendas del pueblo repartiendo el
    periódico, pero había una casa a la cual no se atrevía a entrar; ésta le
    asustaba mucho.
    Era la casona extraña y misteriosa que tiene cada pueblo pequeño;
    tenía una enorme puerta de hierro la cual estaba oxidada por el paso
    del tiempo, además estaba rodeada por una gran pared. Allí vivía un
    anciano bastante extraño, el cual parecía ser tan viejo como el viento
    mismo. Pero en realidad ella no sólo le temía a este extraño anciano; la
    principal causa dé su temor era un enorme perro negro, el cual protegía
    ese lugar.
    El infame animal la amedrentaba con-sus ladridos; razón por la cual ella
    no se atrevía a entrar y siempre tenía que dejar el diario en la entrada
    del portón.
    Una mañana lluviosa y fría, Tessa tomó su vieja bicicleta azul y se
    dispuso a realizar su labor de repartidora de periódicos,, como lo hacía
    cada mañana desde hacía ya un año. Después de un buen rato sólo le
    faltaba una casa, la cual era la más grande y antigua del pueblo; esa
    vieja y extraña casona habitada por el misterioso anciano y su terrorífico
    perro de color negro.
    Ella se encontraba frente el viejo portón, con rostro de espanto y
    respiración pesada, y mientras sostenía el último diario que le quedaba
    en su mano derecha, miles de pensamientos pasaban por su mente
    acerca de las historias que giraban en torno al anciano y aquella vieja
    casona que más bien parecía haber salido de una de esas historias de
    horror que contaban los viejos del pueblo. Después de mucho pensar
    decidió entrar. Mientras caminaba, observaba las pequeñas estatuas de
    demonios y ángeles, las cuales estaban desgastadas por el paso del
    tiempo. Éstas creaban un sendero desde el portón principal hasta el
    pórtico. A mitad de camino se detuvo para observar un viejo árbol, el
    cual estaba totalmente seco y parecía tener vida propia. Ella lo observó
    atemorizada durante unos minutos, luego continuó su camino.
    Para su alivio, en los alrededores no había señal alguna de aquella
    bestia de color negro que le recordaba al terrible guardián de las puertas
    del hades, cancerbero. Cuando se disponía a darse la vuelta, después
    de dejar el diario en la puerta, escuchó unos pasos tras ella. Su corazón
    comenzó a iatír salvajemente; todo su cuerpo se puso frió y tembloroso;
    entonces, al darse la vuelta, frente a ella estaba un señor mayor, el cual
    parecía ser el dueño de la propiedad. Este parecía tener unos cientos
    de años; tenía un aspecto delgado y malvado como aquel viejo árbol
    que solía observar durante horas a través de su ventana cuando tenía
    6 años. Esto, sumado a su rostro casi cadavérico, era totalmente
    escalofriante.
    —¿Quién eres? ¿Y qué haces en mi propiedad? -preguntó el señor
    con voz amenazante.
    -Soy la repartidora de diarios —dijo la chica con voz temerosa.
    —No te creo, eres una ladrona —le respondió el viejo molesto.
    —No, está equivocado —contestó Tessa asustada.
    -¿Me llamas mentiroso? -le preguntó aquel hombre muy enojado.
    —No señor, de ninguna manera —contestó ella nerviosa mientras
    bajaba la mirada.
    —Te enseñaré a respetar la propiedad privada —dijo el viejo con una
    sonrisa macabra.
    Al decir estas palabras, el viejo tomó un rifle, el cual llevaba en su
    espalda y comenzó a perseguir a Tessa, la cual se había echado a
    correr espantada, ocultándose entre un cañaveral que se encontraba en
    la parte trasera de la propiedad de aquel anciano. Mientras ella se
    ocultaba entre las plantas el viejo la buscaba y le decía: "Te voy a
    encontrar, mocosa", "Puedo escuchar los latidos de tu corazón" —él
    repetía estas palabras una y otra vez.
    Hubo un gran silencio, el cual permitía que se escuchara el sonido de
    los insectos en aquel lugar. Al darse cuenta de que el anciano se había
    marchado ella sintió un gran alivio; entonces se dispuso a salir de su
    escondite; pero en ese mismo instante escuchó tras ella unas ramas
    romperse. Sudores fríos comenzaron a recorrer su cuerpo, luego, al
    darse la vuelta, allí estaba el viejo con su sonrisa macabra y una cuerda
    desgastada en sus manos. Al ver esto, ella trató de huir, pero el viejo
    dio unos cuantos giros a la cuerda y la enlazó alrededor del cuello como
    si fuese un caballo; luego la arrastró por aquel cañaveral. Tessa
    colocaba sus manos entre las cuerdas y su cuello para no asfixiarse,
    mientras gritaba con desesperación: "¡ayuda, ayuda, alguien
    ayúdeme!".
    La chica comenzó a escuchar unos ladridos acompañados de unos
    gruñidos salvajes. Sabía que aquella bestia se acercaba; esto la
    desesperó aún más y le rogó al anciano que la dejara ir.
    -Por favor déjeme ir, le prometo que jamás regresaré -suplicó
    llorando.
    —Es muy tarde, mocosa, la bestia está hambrienta y tú serás su cena
    —dijo el viejo sonriendo de forma maliciosa.
    —¡Alguien que me ayude! —gritaba ella aterrada.
    -¡Cállate mocosa. Nadie te puede ayudar! -le gritó el viejo.
    Finalmente, la bestia apareció, con sus enormes ojos de fuego y sus
    filosos dientes por los cuales brotaba una saliva que más bien parecía
    ácido.
    La bestia comenzó a rodearla. Ella estaba totalmente paralizada por
    esos enormes ojos como de fuego que casi la quemaban. Después de
    unos minutos el animal se puso cara a cara con ella. Todo esto era
    observado por el dueño de la bestia, el cual disfrutaba aquella escena y
    reía. El animal continuaba con su cara frente al rostro de li chica. El
    rostro de Tessa estaba cubierto de la saliva de aquella bestia.
    Aquel horror continuaba y ella observaba esos ojos de fuego
    acompañados por esos colmillos, con gran espanto, el cual parecía ser
    provocado por el mismo dios del miedo, fobo. Cuando la bestia estaba
    a punto de morderla, de pronto, como de la nada, se escuchó el sonido
    de una vieja camioneta.
    Inmediatamente ella volvió en sí, sudada y bastante sobresaltada. Para
    su sorpresa, aún estaba frente a aquel enorme portón metálico con el
    diario en su mano derecha. Todo había sido producto de su
    imaginación, y esa fue la primera experiencia, de muchas como estas,
    que tuvo Tessa.
    “Un fragmento de la obra El miedo y sus disfraces”
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